(Mi tribular con los personajes de "BODAS")
-Aquí quiero decir qué me ha ocurrido
en mi encuentro con mi amigo FEDERICO.
Por vez primera yo lo conocí
a través de sus BODAS, las de sangre.
Ese texto sublime acrecentó
mi gustación por el castizo idioma.
Abrevé en su complejo manantial,
barroca muchedumbre de vocablos
preñados de poesía, de lirismo,
nacidos de la boca de un poeta
arraigado en la vieja Andalucía.
- Desfilaron ante mí sus personajes,
silvestres paradigmas de esa tierra.
Rusticidad, barbarie verdadera
con pasiones en choque y asperezas.
Perfiles trazados con cincel,
esculpidos en tierra dura y seca.
Lenguaje pletórico de ritmos
donde laten los pulsos de la tierra.
Humanos de telúrica raigambre,
movidos por el estro de un poeta.
- Me enamoré de aquellos personajes,
sin distinción de edades ni de sexo.
Una extraña aventura allí empecé
deseando apoderarme de sus almas.
Me sentí acobardada e impotente.
Pequeña me sentí para abarcarlos.
Pretendí usufructuar su gran belleza.
Darles vida carnal sobre las tablas.
Mas eran sombras inasibles, muy fugaces.
Mi esfuerzo no lograba capturarlas.
- Figuras literarias en tropel
invadían mi ser y desbordaban.
Mi bagaje gestual insuficiente,
mis pobres ademanes y posturas,
muy nimias expresiones materiales
de aquella gran riqueza literaria.
No vibraba mi voz en armonía
con el ritmo que imponía la tragedia.
Mi precario movimiento no alcanzaba
a plasmar las figuras literarias.
- Y extenuada, muy triste y ya vencida,
yo tuve ua magnífica ocurrencia:
Implorar al señor de aquellas letras
un poco de su ayuda celestial.
Lo hice, lo invoqué, se presentó.
Le dije que quería ser histriona,
asistida por su DUENDE portentoso.
Con gesto complaciente abrió su boca...
Sentí que me invadió una fuerza extraña.
Era el duende con sabor de Andalucía
que el poeta generoso me prestaba.
- Un resplandor sentí dentro de mí
que el texto de aquel libro iluminó.
Develándome todos los misterios
que no pude ¡ay de mí! develar yo.
Cual diapasón yo me sentí vibrar.
Y no alcanzó la luna de mi espejo
para abarcar la variedad de formas
que surgían de aquel duende y aquel texto.
Advertí que mis vísceras se abrían
mostrando los arcanos de su seno.
Y saqué de mis entrañas deslumbradas
la esencia plasmadora de esas sombras.
Viendo yo con precisa nitidez
los variados fantasmas de la trama.
- Al conjuro del duende recibido
iba cobrando la tragedia, vida.
Convirtiose mi cuerpo en una fuente
que generosa su caudal me daba.
Fui madre visceral, luna de plata.
Fui la novia cerril, Leonardo amante.
Fui mendiga agorera de la sangre,
morbosa Muerte sedienta de tragedia.
Y en aquella ceremonia de ficción,
sorprendida perdí mi identidad.
-Preñada de tus BODAS, Federico,
en pagana vestal me convertí.
En el ara de madera del tablado
ya soy sacerdotisa de tu culto.
Cuando encarno a tus seres en la escena
yo me siento oficiante y soy ofrenda
de una extraña liturgia literaria.
Loado sea tu duende, Federico,
que sutil, mis neuronas ha tatuado.
Al entrar en el luto de ficción
envuelta con mis negros arambeles,
me siento -por la gracia de tu duende-
la intangible encarnación de tu tragedia.
VERA VÁLDOR
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