1. Yo sigo buscando un grito.
Que fue grito de lamento.
Noche y día me acompaña
el eco que en mí yo siento.
2. Es el grito que lanzó mi niño aún no formado,
el día que por mi órden en mi pelvis fue matado.
3. Ese día estaba sorda y no oí ningún quejido.
Después empezó a sonar aquel lamento en mi oído.
4. Suena una y otra vez en mi mente atribulada
el grito que me reprocha esa vida asesinada.
5. ¿Adonde ha ido ese grito? Yo lo busco por las calles,
por páramos silenciosos, por montañas y sus valles.
6. Oigo el grito muy lejano. Lo buscaré por el mundo.
Talvez calme al encontrarlo este dolor tan profundo.
7. Me he metido en la bocaza de gigantescos volcanes.
Por ver si allí lo encontraba y cesaban mis afanes.
8. Me deslicé por cascadas de agua muy cristalina.
Por ver si estaba mezclado con el agua cantarina.
9. Con cuidado he revisado las grutas de la montaña.
Para poder capturar ese eco que me angaña.
10. Pero no he tenido suerte. No lo he podido encontrar.
Quizá sea mi castigo ese lamento escuchar.
11. En la tumba de mi pelvis talvez esté sepultado.
Acompañando el recuerdo del niñito despreciado.
12. Recorreré en pos del grito hasta el último rincón.
Yo necesito encontrarlo para implorar su perdón.
13. Talvez huya el grito al verme bien lejos de mi presencia.
Porque tema que lo ahogue esta madre sin conciencia.
14. ¿Cómo es posible, Señor, que un grito tan silencioso
suene eternamente en mí perturbando mi reposo?
VERA VALDOR
viernes, 18 de febrero de 2011
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